Diego Torres Bollo, SJ

Primer viceprovincial del Nuevo Reino y primer provincial del Paraguay. De familia acomodada con posible acceso político (su padre era gobernador), Tras sus estudios en Palencia y Salamanca, entró en el noviciado jesuita, se ofreció para el Perú cuando el procurador P. Baltasar Piñas pedía reclutas. Llegó (20 mayo 1581) a Lima. Superior de la importante doctrina de Juli (1581-1585), pronto aprendió el quechua y el aymara. Fue enviado de rector a los colegios del Cusco (1586-1592) y Quito (1592-1596). En esta ciudad logró apaciguar la grave situación de los amotinados que se negaban a pagar las alcabalas impuestas por el virrey García Hurtado de Mendoza. En Roma, el P. Torres publicó en español e italiano su Breve relación sobre la labor de la Compañía de Jesús en el Perú, en la que incluye relatos de misioneros de los actuales territorios del Perú, Bolivia y Argentina. En breve tiempo fue traducida al alemán, francés, latín y polaco. En España, presentó (1603) un detallado Memorial al Consejo de Indias sobre la penosa situación de los indios y sus remedios Durante su provincialato se volvió a abrir la casa de Asunción (cerrada por P. Páez), se inauguró el colegio de Córdoba y se fundó la residencia de Santa Fe. En 1608, llegaron ocho jesuitas, y dieciséis, en 1610.
Con ese refuerzo el P. Torres comenzó el sistema de reducciones en las cuencas de los ríos Paraná y Paraguay. Se tenían ya las experiencias de los franciscanos, en especial la del P. Luis de Bolaños (1550-1629), y la de los “aldeamentos” en el Brasil de los jesuitas Tomás Fields y Juan Saloní. Añadió su propia experiencia, de los años vividos en la doctrina aymara de Juli. Dispuso que los pueblos se hiciesen “al modo del Perú”, con el establecimiento de una plaza central con iglesia, casa de los padres, casa de gobierno, y calles con cuadras regulares. Es posible que también en la organización interna hubiera habido alguna influencia del mundo aymara, como la distribución del pueblo por grupos étnicos, a semejanza de los ayllus andinos, con alcalde propio.
En sus cartas anuas de 1610, 1611 y 1612, relata la fundación de los primeros pueblos, abriendo así la abundantísima historiografía sobre las reducciones guaraníes. Según Antonio Astrain, aunque el P. Torres “no hubiese hecho otra cosa en toda su vida sino empezar a promover esta obra admirable, tendría justos títulos a que todo el mundo le respetase como a uno de los grandes bienhechores de la humanidad” (Astrain 4:666).. Acabado su provincialato en 1615, pasó a Córdoba, de cuyo colegio fue rector poco después. Volvió (hacia 1621) a la entonces ciudad de Chuquisaca (hoy Sucre), donde murió.