Diego Alvarez de Paz, SJ

Superior, escritor ascético-místico. Nació hacia 1561, en Toledo, España y murió el 17 enero de 1620, en Potosí, Bolivia. Entró en la Compañía de Jesús el 24 enero de 1578, en Toledo; fue ordenado en 1585, en Lima, Perú. Hizo sus últimos votos en 1595 en Lima.
Era maestro en artes cuando entró en la CJ, y estudió teología en Alcalá de Henares (Madrid), donde fue uno de los discípulos predilectos de Gabriel Vázquez. Sin haberse ofrecido voluntario, fue destinado a la provincia del Perú. Partió en la expedición del P. Andrés López, que llevó a término el P. Diego Samaniego, y llegó a Lima en junio 1585. Fue profesor de teología y Sgda. Escritura (1586-1596) en el colegio S. Pablo de Lima y rector de los colegios de Quito (1597-1600) y Cusco (1601-1603), donde moderó la congregación de clérigos. Al crearse las viceprovincias del Nuevo Reino de Granada y Quito, y de Charcas en 1603, fue viceprovincial de la última, que comprendía la Audiencia de Charcas: La Paz, Potosí, Chuquisaca, Santa Cruz de la Sierra y Tucumán. Dada la reciente expansión de la CJ en el Paraguay, se creó en 1607 una nueva provincia, independiente del Perú, con los territorios de Tucumán, Buenos Aires, Paraguay y Chile, llamada del Paraguay, mientras los demás territorios de la Audiencia de Charcas volvieron a pertenecer a la provincia del Perú. Entonces, fue prefecto de estudios del colegio San Pablo (1607-1608), y luego rector del mismo (1609-1616). Nombrado provincial del Perú a fines de 1616, murió cuatro años más tarde, cuando realizaba la segunda visita de la provincia. En 1601, manifestó al P. General Claudio Aquaviva su parecer sobre la conveniencia de imponer moderación en los ministerios entre indígenas, pues los misioneros, al volver a sus colegios y residencias, no se acomodaban fácilmente a la observancia regular. Indicaba la necesidad de formar “buenos predicadores y ministros de españoles, que sean aptos para ayudallos con la satisfacción que allá en Europa”. Habiendo de tratar con españoles y reclutar las vocaciones entre ellos, se hacía necesario tener hombres doctos para ganarles la voluntad. Subrayaba la necesidad de formar hombres de gobierno, de letras y espíritu, pues “si no hay letrados, todos serán idiotas y en los ministerios haranse mil yerros. Y los letrados no se crían con el manteo al hombro y andando todo el día de una confesión en otra, sino críanse en las celdas, sobre los libros”. Siendo provincial, como fruto de su primera visita, remitió al P. General Mucio Vitelleschi un informe (10 febrero 1617) sobre los jesuitas de la provincia, notable por su realismo, objetividad y conocimiento de las personas. Secundó al arzobispo de Lima, Bartolomé Lobo Guerrero, en su esfuerzo de extirpar la idolatría entre los indios, nombrando nueve jesuitas para ayudar en las visitas. Apremió al virrey Francisco de Borja, príncipe de Esquilache, para que amurallase la ciudad de Lima contra los piratas, y ofreció la contribución económica que correspondiese a la CJ. Durante su mandato, inauguró el colegio de caciques del Cercado de Lima y dio los primeros pasos para la fundación del colegio San Bernardo del Cusco. Inclinado a la vida contemplativa desde su juventud, apenas llegó al Perú, pensó volver a España para pasar a la Cartuja. Su crisis espiritual fue resuelta con acierto por el provincial Juan de Atienza, asesorado por Baltasar Piñas y José de Acosta, y con la orientación comprensiva de Aquaviva. Con todo, resurgió en 1594. Después de su profesión y con la labor (desde 1595) de su monumental obra ascética y mística, la crisis desapareció. Aparte de varias obras inéditas, su vasto arsenal espiritual se publicó entre 1608 y 1618 y fue reeditado varias veces. Además, se publicaron unos veinte tratados parciales, compendios o adaptaciones hechas por otros autores. Su obra es la primera síntesis completa de la doctrina ascética y mística de la antigüedad y el medioevo. Dividida en tres volúmenes, con cinco libros cada uno, contiene una rica sustancia dogmática y abundantes citas de la Sagrada Escritura, de más de sesenta Padres de la Iglesia, doctores medievales y otros autores, con referencias explícitas. En el primer volumen (1608), dedicado a los religiosos, explica la naturaleza y la perfección de la vida espiritual, que consiste en el amor a Dios y al prójimo. En el segundo (1613), que trata de la práctica de la perfección cristiana, sobresale su tratado magistral sobre la mortificación. El tercero (1618), De inquisitione pacis, su obra fundamental, es un tratado sobre la oración, que clasifica en intelectiva, afectiva, contemplación incoada y contemplación perfecta. Inspirado en el P. Antonio Cordeses, es el primer teórico de la oración afectiva, que describe en el libro cuarto. En el quinto aborda la vida mística en la contemplación perfecta, que se puede y debe desear con humildad. Es diferente de los fenómenos extraordinarios, y se desarrolla en quince grados, cuya cumbre es la visión intuitiva de Dios.
Es el primer jesuita que trata ampliamente de los problemas de la contemplación infusa, y con experiencia personal. Su análisis espiritual es fino y agudo, el tono didáctico y conversacional, con muchas amplificaciones oratorias y antítesis, si bien adolece de prolijidad, distinciones sutiles y subdivisiones forzadas. Teólogo y contemplativo, de pocas fuerzas físicas, fue superior vientitrés años. Generalmente apreciado en la provincia, fue sin embargo criticado por su reclusión para escribir sus libros mientras era rector, y por cierta severidad durante su provincialato. Hombre sinceramente religioso, hizo voto de no cometer pecado venial deliberado. Durante la celebración de la Misa, se observaron en él fenómenos extraordinarios.
OBRAS.
De vita spirituali eiusque perfectione (Lyon, 1608).
De exterminatione mali et promotione boni (Lyon, 1613).
De inquisitione pacis sive studio orationis (Lyon, 1617).
Opera Iacobi Alvarez de Paz, Toletani, e Societate Jesu 6 v. (París, 1875-1876).
FUENTES para su estudio
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