Juan Pablo Viscardo y Guzmán, SJ.

Precursor de la independencia hispanoamericana. Nacido el 26 junio de 1748, en Pampacolca (Arequipa), Perú; muerto en 1798, en Londres, Inglaterra. Entró en la Compañía de Jesús el 27 de junio de 1761, en Lima; jesuita hasta 1769, Génova, Italia.
En el momento de la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles en 1767, estaba en el Colegio de la Compañía del Cusco. Trasladado a Lima, se embarcó con otros jesuitas en el Callao, rumbo a España. Llegó a Cádiz el 10 agosto 1768, etapa hacia el destino final de los estados pontificios. Conducido al cercano Puerto de Santa María, allí permaneció hasta su partida al exilio en Italia.
En el Puerto de Santa María, Juan Pablo y su hermano José Anselmo, que no eran sacerdotes, pidieron dispensa papal de sus votos religiosos, seducidos por la promesa hecha con dolo por las autoridades españolas de permitir el retorno a la tierra natal a los que dejasen la Compañía. Quedaron frustrados, pues nunca se cumplió esa promesa. Dispensados de sus votos en 1769, los dos hermanos rompieron todo vínculo con la orden. Fueron a residir a Massa (Toscana), donde todavía se encontraban cuando la Compañía fue suprimida por breve pontificio en agosto 1773.
El principal problema que entonces tuvieron que afrontar los dos hermanos Viscardo fue el económico. Desde diciembre 1773, comenzaron los trámites para recibir la herencia de unos terrenos en el Perú. Su afán por adjudicarse esas propiedades llegó a convertirse con el tiempo en verdadera obsesión. La herencia aumentó considerablemente en 1776 por la muerte de uno de sus tíos, que los nombró herederos con la condición de que se estableciesen en el Perú en el término de diez años. Sus gestiones ante las autoridades de Madrid por conseguir el anhelado permiso fueron del todo infructuosas. Cada vez más resentidos con España, se les ocurrió la idea de promover la independencia del Perú con la ayuda de Inglaterra. Su propósito fue tomando cuerpo durante la guerra entre España e Inglaterra (1779-1783), y con la noticia de varias revueltas en el Perú y en Nueva Granada, especialmente la de Tupac Amaru en el Perú (1780-1783).
En las cercanías de Livorno, en verano de 1781, los dos hermanos presentaron al cónsul John Udny sus proyectos de hacer la revolución con apoyo inglés, que en caso de éxito les permitiría tomar posesión de su herencia. El 30 septiembre 1781, Viscardo escribió una carta larga de particular importancia a Udny. En ella expone su plan operativo y propone que Londres envíe una expedición a Buenos Aires, para asegurar el triunfo de la revuelta de Tupac Amaru en el Perú y dar inicio a una eficaz revolución desde el istmo de Panamá hasta Buenos Aires, lo que por otra parte, redundaría en beneficio económico de Inglaterra, aspecto sobre el que hizo hincapié en sus negociaciones. Pidió ayuda al cónsul para viajar a Londres, con la esperanza de que se le permitiese acompañar la expedición, en la que podría ser útil, gracias a su dominio del idioma y sus conocimientos de esa parte de la América española y sus gentes. Insistía en que no podría encontrarse una ocasión más propicia para iniciar la independencia de las colonias. Udny hizo llegar toda la documentación acumulada por Viscardo a Sir Horace Mann, encargado de negocios de Inglaterra en Florencia. Entre esos papeles destacaba especialmente una carta de Viscardo del 15 junio 1782. Gracias a Udny, Viscardo logró hablar con Mann, quien le pagó el viaje a Londres y le dio una carta de presentación para Charles Fox, secretario del Foreign Office, al que había informado de las ideas de los hermanos Viscardo, y enviado los documentos. Viscardo intentaba explicar sus planes a las autoridades, esperando contra toda esperanza una intervención británica en la América española.
A mediados de agosto 1782, los dos hermanos llegaron a Londres, donde vivieron con una magra pensión del gobierno, bajo nombres supuestos, Viscardo como abate Paolo Rossi, y José Anselmo como abate Antonio Valesi. Su misión, sin embargo, no dio los frutos apetecidos. Aparte de una entrevista con Lord Grantham, nuevo secretario del Foreign Office, no lograron ningún resultado, ya que desde comienzos de 1782 el gobierno británico había iniciado las negociaciones preliminares de paz con Francia, que llevaron al fin a la guerra sobre las colonias británicas en la América del Norte en septiembre 1783. Además, el gobierno británico estaba muy al tanto de que España tenía la insurrección bajo control, si no suprimida, en sus dominios de América, por lo que no era aconsejable una intervención británica.
Desalentados y teniendo cada vez más apuros de dinero, los Viscardo pensaron seriamente en volver a Italia, pero al mismo tiempo comunicaron a las autoridades que si éstas conseguían de Madrid, por lo menos para uno de ellos, el permiso de regresar al Perú, se hallaban dispuestos a colaborar, incluso como espías, transmitiendo informaciones a Londres. El 2 marzo 1784, Viscardo informó que Carlos III había promulgado un decreto concediendo a los ex jesuitas el derecho a heredar. Asimismo manifestó que si el gobierno británico deseaba que él y su hermano continuasen prestando servicios, debería subvenir a sus necesidades, pues debían tener alguna estabilidad económica y no continuar en la penuria que sufrían. No obteniendo respuesta favorable, el 7 abril 1784 volvieron a Massa, desde donde siguieron enviando a Madrid su solicitud de retorno al Perú, y sus informes a Londres sobre el desarrollo de acontecimientos en la América española.
Algunas de sus informaciones se debían a los contactos que tenían allí y a unos cuantos ex jesuitas hispanoamericanos residentes en Italia, con quienes mantenían correspondencia. Son de interés las cartas intercambiadas entre Viscardo y el ex jesuita mexicano, el historiador Francisco Javier Clavigero, antes del primer viaje de los dos hermanos a Inglaterra. Viscardo le había escrito desde Massa, pidiéndole datos sobre la situación en México. Clavigero, en la idea de que Viscardo, como tantos otros, sentía simple curiosidad sobre México, le envió la información pedida. Es posible que Viscardo se hubiera servido de esos datos en el ensayo que envió más tarde a Inglaterra sobre el comercio en la América española. Igualmente interesante es el hecho, dado a conocer recientemente, de que el ex jesuita chileno Juan Ignacio Molina, también historiador, estaba al corriente de los motivos que llevaron a Viscardo a Inglaterra, como afirma el mismo Viscardo, lo que da pie a preguntarse hasta que punto Molina pudiera haber estado implicado, si lo estuvo, en el movimiento independentista de la América española.
En 1785, la situación se hizo más dramática con la muerte de José Anselmo, que había actuado como secretario de Viscardo, quien tuvo, entonces, que encargarse de la viuda y de la hija de su hermano. Con la llegada de Carlos IV al trono de España en 1788, se extendió el rumor de su benevolencia para con los ex jesuitas desterrados. En febrero 1789, Viscardo escribió al Rey pidiendo para él y su sobrina huérfana, la licencia de viajar al Perú para tomar posesión de su herencia y prometió que en caso de lograr su propósito ejecutaría a sus propias expensas dos proyectos de gran utilidad para la monarquía, cuya naturaleza exacta se desconoce hasta hoy. Por desgracia para Viscardo, su petición no fue escuchada. Para colmo de males, el Rey declaró oficialmente que jamás, bajo ningún pretexto, se concedería a los ex jesuitas el permiso de retorno a España o a Hispanoamérica. Con esto se esfumaron del todo sus esperanzas de recobrar alguna vez su herencia, y más que ninguna otra cosa, la negativa real cristalizó su resolución de entregarse el resto de sus días a la causa de la independencia de la América española, única posibilidad que le quedaba para volver al Perú. Entretanto, fijada su residencia en Livorno, Viscardo obtuvo un buen empleo al servicio del cónsul de Nápoles y se esforzaba por interesar a personas de alto rango, incluso en la corte de Nápoles, para que le apoyaran en la reclamación de su herencia.
A principios de 1790, dos acontecimientos cambiaron por completo el futuro de Viscardo: la revolución francesa y la explosiva situación entre Inglaterra y España a causa del conflicto surgido por la posesión del estrecho de Nootka. Este hecho y la noticia de alborotos en las colonias españolas indujeron al duque de Leeds, nuevo secretario de estado de relaciones exteriores, a llamar a Viscardo a fines de mayo 1790. Pero esta vez, encontrándose en buena situación pecuniaria y acordándose del infeliz resultado de su primera visita a Londres, Viscardo no se dejó persuadir fácilmente. El peruano aceptó la invitación de viajar a Londres sólo después de prolongadas y fatigosas negociaciones con Sundersberg, agente británico que le fue enviado específicamente para tratar de asuntos, como el sueldo que debía pagársele.
Llegado a Londres el 15 marzo 1791 en compañía de Sundersberg, el mismo día o en el mes de julio, Viscardo puso en manos de las autoridades inglesas su “Projet pour rendre l’Amérique Espagnole indépendente”, que había redactado en Livorno el año anterior. Poco después envió otros dos ensayos aclaratorios del proyecto. El 15 septiembre 1791, se presentó con una copia de su fogosa Lettre aux espagnols américains par un de leurs compatriotes, traducción francesa del original español (actualmente perdido) de su dramática llamada revolucionaria a las armas. La carta tenía doce páginas de introducción, en las que se expresaba la necesidad de liberar la América española si el resto del mundo había de beneficiarse de sus riquezas. Aproximadamente un año más tarde (junio 1792), entregó también a las autoridades británicas una copia de su “Esquisse politique sur l’état actuel de l’Amérique Espagnole”, estudio sobre la situación de la América española en esos momentos y sobre los medios de lograr su independencia. En ese trabajo se halla una de las pocas primeras descripciones de la sociedad peruana, con interesantes observaciones.
Sin embargo, su segunda visita a Londres resultó tan inútil como la anterior, debido a que Inglaterra, por sus alineamientos políticos y militares en la misma Europa, había puesto en segundo plano su interés en promover una revolución en la América hispana, sobre todo después de la amistosa solución al conflicto de Nootka. Más aún, un golpe duro para Viscardo fue la declaración de guerra hecha por Francia a España el 7 marzo 1793, que convirtió a Inglaterra en aliada de esta última. Continuó sin cejar sus fútiles esfuerzos para lograr el apoyo inglés. Arguía que de no romperse el monopolio industrial de España, su creciente poder y sus recientes reformas sobre el comercio causarían gran daño a los intereses comerciales de Inglaterra en la América española. Su último inútil esfuerzo por empujar a Inglaterra a una acción contra España fue su ambicioso ensayo “La paix et le bonheur du siècle prochain”, de 1797.
Totalmente desilusionado, Viscardo, cuya presencia en Londres era conocida por las autoridades españolas, siguió en la capital hasta su muerte en 1798. Así llegó a su fin la turbulenta carrera de uno de los únicos dos ex jesuitas que pueden ser realmente llamados precursores de la independencia hispanoamericana, siendo el otro Juan José *Godoy. Con todo, hay desacuerdo entre los historiadores tanto sobre la importancia e influencia de Viscardo en la promoción del movimiento emancipador, como sobre su misma estatura humana y los motivos que lo impulsaron.
Poco antes de morir, V había entregado todos sus papeles y libros a su amigo Rufus King, encargado de negocios de Estados Unidos en Inglaterra. Este los pasó al patriota venezolano Francisco de Miranda, llegado a Londres poco antes de la muerte de Viscardo, para insistir en su petición de apoyo inglés para la emancipación Hispanoamericana. Miranda inicialmente había pensado en publicar todas las obras de Viscardo, pero publicó sólo la Lettre aux Espagnols Américains, cuya composición había sido abordada por el jesuita en forma embrionaria en su carta (Livorno, 30 septiembre 1781) a John Udny, sobre la independencia del Perú. La carta que cayó en manos de Miranda clamaba por la independencia no sólo del Perú, sino de toda la América española. Consciente de su valor propagandístico, Miranda la publicó con la ayuda de Rufus King en 1799, al año de la muerte de Viscardo, en Londres y no en Filadelfia, como dice la portada. En 1801 publicó, también en Londres, el texto español (Carta dirigida a los españoles americanos por uno de sus compatriotas), ampliamente difundido en los territorios hispanoamericanos, y que fue leído, entre otros, por el patriota mexicano José María Morelos. A fin de suscitar simpatías por la causa independentista hispanomericana entre los ingleses, Miranda publicó en inglés un extracto de la carta (The Edinburgh Review, enero 1809). Devueltos los escritos de Viscardo por Miranda a King, se llegó a pensar que, a excepción de la carta, se habían perdido definitivamente. Con todo, gracias a los persistentes esfuerzos del norteamericano Merle E. Simmons, un estudioso de Viscardo, se han descubierto más de 400 páginas manuscritas entre los papeles de King en la biblioteca Historical Society de Nueva York, y otros más entre los Bland Burges Papers de la Bodleian Library de la Universidad de Oxford, todos los cuales han sido publicados.
OBRAS.
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Los escritos de Juan Pablo Viscardo y Guzmán: Precursor de la independencia hispanoamericana, ed. M. E. Simons (Caracas, 1983).
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Obra completa, ed. P. Cayo Córdoba y C. Pacheco Vélez (Lima, 1988).