Jesuitas destacados

De la llegada a la supresión

El Padre Alonso Barzana, fue uno de los primeros jesuitas llegados al Perú, en 1569, a la edad de 38 años. Durante el viaje estudió el quechua que llegó a dominar. Estando en el Cusco en 1572, catequizó a Tupac Amaru, el último inca, condenado a muerte por el virrey Toledo. En 1573 fue uno de los fundadores del colegio de La Paz. En 1574 predicó en Arequipa y Potosí, en quechua, y en 1575 en aymara en la zona del lago Titicaca, en Chucuito y en La Paz.El 19 de noviembre de 1576 el P.General Everardo Mercuriano, en respuesta a una carta de Barzana, perdida, lo felicita por sus obras en quechua. Le dice, además, que su voto de ir a la China queda conmutado “en esa tierra, donde hay más disposición de predicar el evangelio que en la China”. Las obras del P. Barzana nunca se imprimieron. En cambio, es muy probable que hayan servido de base a las traducciones al quechua y aymara del catecismo trilingüe del tercer concilio limense En febrero de 1594 escribió desde Asunción, al provincial Juan Sebastián, que aunque estudiaba la lengua guaraní cada día, y sabía más preceptos de ella que de ninguna otra de las que estudiaba, no acertaría a pronunciarla en toda su vida.Barzana también se caracterizó por la defensa de los indios destinados al trabajo en las minas. En el memorial del capitán Juan González de Acebedo, se menciona al P. Barzana : “Los matarás eran 8.000, y los convirtió y juntó en pueblo el P. Alonso Bárcena, y en el alzamiento de los frentones y calchaquís contra la Concepción del Bermejo, en cuyas vecindades habitaban, transmigraron al Salado, donde se conservan como unos 300”.Barzana se destacó por su espíritu apostólico y por su extraordinaria capacidad para el aprendizaje de idiomas. Aprendió quechua, aymara, puquina, chiriguano (variante del guaraní), tonocoté y kakán, sobre los que dejó apuntes manuscritos que fueron usados por los misioneros que le siguieron. Murió muy desgastado por los excesos de su labor en la misión.(del blog de Javier Baptista Morales- Imagen de la carátula de una carta enviada por el misionero al Provincial de entonces, para los interesados en temas de Misionología, Mentalidades religiosas o Espiritualidad. Publicada por Guillermo Furlong, Bs. Aires, Ed. Theoria 1968).

Primer viceprovincial del Nuevo Reino y primer provincial del Paraguay. De familia acomodada con posible acceso político (su padre era gobernador), Tras sus estudios en Palencia y Salamanca, entró en el noviciado jesuita, se ofreció para el Perú cuando el procurador P. Baltasar Piñas pedía reclutas. Llegó (20 mayo 1581) a Lima. Superior de la importante doctrina de Juli (1581-1585), pronto aprendió el quechua y el aymara. Fue enviado de rector a los colegios del Cusco (1586-1592) y Quito (1592-1596). En esta ciudad logró apaciguar la grave situación de los amotinados que se negaban a pagar las alcabalas impuestas por el virrey García Hurtado de Mendoza. En Roma, el P. Torres publicó en español e italiano su Breve relación sobre la labor de la Compañía de Jesús en el Perú, en la que incluye relatos de misioneros de los actuales territorios del Perú, Bolivia y Argentina. En breve tiempo fue traducida al alemán, francés, latín y polaco. En España, presentó (1603) un detallado Memorial al Consejo de Indias sobre la penosa situación de los indios y sus remedios Durante su provincialato se volvió a abrir la casa de Asunción (cerrada por P. Páez), se inauguró el colegio de Córdoba y se fundó la residencia de Santa Fe. En 1608, llegaron ocho jesuitas, y dieciséis, en 1610.

Con ese refuerzo el P. Torres comenzó el sistema de reducciones en las cuencas de los ríos Paraná y Paraguay. Se tenían ya las experiencias de los franciscanos, en especial la del P. Luis de Bolaños (1550-1629), y la de los “aldeamentos” en el Brasil de los jesuitas Tomás Fields y Juan Saloní. Añadió su propia experiencia, de los años vividos en la doctrina aymara de Juli. Dispuso que los pueblos se hiciesen “al modo del Perú”, con el establecimiento de una plaza central con iglesia, casa de los padres, casa de gobierno, y calles con cuadras regulares. Es posible que también en la organización interna hubiera habido alguna influencia del mundo aymara, como la distribución del pueblo por grupos étnicos, a semejanza de los ayllus andinos, con alcalde propio.

En sus cartas anuas de 1610, 1611 y 1612, relata la fundación de los primeros pueblos, abriendo así la abundantísima historiografía sobre las reducciones guaraníes. Según Antonio Astrain, aunque el P. Torres “no hubiese hecho otra cosa en toda su vida sino empezar a promover esta obra admirable, tendría justos títulos a que todo el mundo le respetase como a uno de los grandes bienhechores de la humanidad” (Astrain 4:666).. Acabado su provincialato en 1615, pasó a Córdoba, de cuyo colegio fue rector poco después. Volvió (hacia 1621) a la entonces ciudad de Chuquisaca (hoy Sucre), donde murió.

Historiador, humanista, quechuista. Nacido en 1545, en Chachapoyas (Amazonas), Perú; murió el 2 abril de 1597 en Málaga, España. Entró en la Compañía de Jesús el 29 noviembre 1568, en Lima, Perú; fue ordenado en 1573, en Cusco, Perú.

Mestizo, era hijo natural del capitán español Luis Valera, conquistador de Chachapoyas y encomendero de Chibalta y Quitaya, y de Francisca Pérez, probablemente de la familia real incaica. Antes de entrar en la CJ, estudió latinidad en Trujillo, y dos años de artes y uno de teología en Lima. Hecho el noviciado, tuvo destinos en Huarochiri (1571), Cusco (1573, 1576), Juli (1577) y Potosí (1580). En 1585 era lector de latín en Lima. Como lingüista, colaboró con Alonso de Barzana y Bartolomé de Santiago en traducir al quechua el catecismo, confesonario y sermonario castellanos de José de Acosta, libros que mandó imprimir el III Concilio Provincial de Lima (1582-1583). Por faltas de las que le acusaron en Potosí, quizá de castidad, el P. General Claudio Aquaviva juzgó conveniente (1583) su expulsión de la CJ y su paso (1587) a otra orden religiosa. En caso de negarse a esto, le imponía (1588) diez años de suspensión a divinis, de los que cuatro debía pasar en prisión y, después, podría oir misa y comulgar en la capilla doméstica, y emplearse en los oficios bajos de casa, o mejor, ser enviado a España. No consta del cumplimiento de este severo castigo. Ya en 1585 y 1586, Valera había pedido al P. General ir a Roma o pasar a otra provincia. También propusieron esto último varios en la provincia del Perú. En 1591, Aquaviva mandó enviarlo a España, destinado a Andalucía, encargando repetidas veces a provinciales sucesivos de esta provincia encerrarlo hasta nueva orden. Valera, tras cierto tiempo en Quito, partió para España hacia 1593. Valera negó las imputaciones y, en el camino, dio muy buen ejemplo. Llegó a Lisboa por mayo 1595. Por su buena conducta y los informes favorables de Esteban Cabello, procurador del Perú, el provincial de Andalucía, Cristóbal Méndez, de acuerdo con sus consultores, suspendió la ejecución de la orden de prisión y encargó a Valera las clases de humanidades del colegio de Cádiz y, más tarde, el confesionario de hombres. También Hernando Morillo, *procurador de Indias, que había tratado a Valera en Quito y viajado con él hasta Panamá, informó favorablemente al general. No obstante los testimonios y representaciones en favor de Valera, Aquaviva desaprobó la actitud de los superiores andaluces y persistió, aunque en vano, en urgir su orden de encerrarlo, repetida al visitador de Andalucía, Hernando Lucero (enero 1597).

Superior, predicador, escritor.

Nació en julio 1546, en Daroca (Zaragoza), España; murió el 21 de mayo de 1622 en Lima, Perú. Ingresó a la Compañía en abril de 1566, en Alcalá de Henares (Madrid), España; llegó al Perú ya ordenado sacerdote el 30 junio 1581, a la ciudad de Lima.

Estudió gramática en Daroca y filosofía en Alcalá, donde fue admitido en la CJ y, en mayo 1567, enviado al recién fundado noviciado de Villarejo de Fuentes (Cuenca). Destinado a Plasencia (Cáceres), enseñó gramática (1568-1569) y estudió teología (1569-1573). Después de su ordenación, fue profesor de filosofía en Navalcarnero (Madrid) en 1574 y de teología (1575-1578) en Ocaña (Toledo). A poco de ser nombrado rector del colegio de Ocaña, el P. General Everardo Mercuriano accedió a su petición, y lo envió al Perú. Llegó a Lima (20 mayo 1581) en la expedición dirigida por el P. Baltasar Piñas y fue rector de los colegios de Potosí (1581-1584), en la actual Bolivia, y S. Pablo de Lima (1585-1591).

Nombrado provincial (1592) del Perú, envió a Piñas y Luis de Valdivia a empezar (1593) la misión de Chile; reforzó las misiones de Quito, Santa Cruz de la Sierra y Tucumán (en los actuales Ecuador, Bolivia y Argentina), y trasladó el noviciado, hasta entonces en el Colegio S. Pablo; convocó (1594) la congregación provincial IV en Arequipa, tras la cual envió al P. General Claudio Aquaviva un memorial sobre el estado de la provincia; fundó una congregación mariana de sacerdotes en Lima y promovió en especial la de Nuestra Señora de la “O”. Al acabar su provincialato (1598) fue padre espiritual en el colegio San Pablo por diez años, con enorme influencia en la formación de los jóvenes jesuitas. En 1608, a iniciativa del provincial del Paraguay, Diego Torres Bollo, firmó una resolución contra el servicio personal de los indígenas en el Tucumán, junto con otros diecisiete jesuitas.

En 1611, fue nombrado provincial por segunda vez, En este periodo, abrió el colegio del Callao e impulsó la labor de la Compañía en los hospitales y casas de divorciadas y arrepentidas, así como se preocupó especialmente por la evangelización de los esclavos de origen africano que trabajaban en las haciendas de la Compañía. En el brote de la llamada “extirpación de la idolatría”, abrió en el Cercado de Lima la casa de la Santa Cruz, en la que se recluía a los reincidentes indígenas para que no ejercieran su influencia al resto de la población, y fundó un colegio para la educación de los hijos de caciques.

Terminado su provincialato (1616), fue nombrado visitador de la provincia de Nueva España, pero no tomó posesión de su cargo por razones de salud.

Misionero superior, lingüista.

Nació en 1548 en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), España. Murió el 23 de abril de 1638 en Sucre (Chuquisaca), Bolivia. Llegó en 1578 en Lima, Perú.

Era diácono cuando llego a Lima el 4 de abril de 1578 en la expedición dirigida por el padre José Tiruel. Ordenado sacerdote fue enviado a la doctrina Aimara de Juli. Desde 1586 hasta su muerte, trabajó en regiones de la actual Bolivia. Desde 1586 hasta su muerte trabajo en regiones de la actual Bolivia. Fue rector de los colegios de Potosí y Chuquisaca (Sucre), donde enseñó aymara y quechua por unos 30 años con aprobación general. Hizo misiones con el padre Vicente Yáñez a los temibles Chiriguanos, en Santa Cruz. Mientras tuvo fuerzas físicas fue un incansable confesor de los indígenas.

Escribió gramáticas y vocabularios en aymara y quechua, que se publicaron en Lima y Roma. Sobre una gramática suya en chiriguano de la familia lingüística guaraní, no hay más datos que lo aportado por el americanista Enrique Torres Saldamando.

Misionero, pintor, escultor. Nació en 1548, en Camerino (Macerata, Italia). Falleció en 1610 en Lima, Perú.

Tras estudiar pintura en Roma, fue admitido en la Compañía de Jesús como hermano. El libro del noviciado de la provincia romana indica que su nombre era Demócrito; pero desde entonces, se le llamó Bernardo. Fue destinado (1573) al Perú por el P. General Everardo Mercuriano, a petición expresa de Diego de Bracamonte, procurador extraoficial de la provincia del Perú. Llegó a Lima el 31 mayo 1575, en la expedición dirigida por el Visitador Juan de la Plaza y Bracamonte.

Trabajó como pintor y tallista, en las iglesias y residencias jesuitas de Lima, Cusco, Huamanga (actual Ayacucho), Arequipa y Juli, todos en el Perú, y en La Paz, Chuquisaca (hoy Sucre) y Potosí, en Bolivia. En sus primeras obras siguió a los manieristas romanos Federico Zuccari y Giorgio Vasari, pero poco a poco adquirió un estilo personal, que llegó a su máxima expresión en las pinturas de la iglesia jesuita de Chuquisaca. Aunque mostró capacidad de adaptación al medio circundante, su arte se mantuvo fiel a la manera italiana en la expresión de ambientes y figuras humanas.

Las obras de Bitti que se conservan son sobre todo retablos en las iglesias jesuitas de Lima, Arequipa y Juli, en la catedral de Cusco, así como en los museos de la catedral y de Santa Clara de Sucre. Maestro de pintores, su influencia fue enorme, de modo que en los museos bolivianos hay muchos cuadros de autores anónimos, pertenecientes a su escuela. En colaboración con el hermano cordobés, Pedro de Vargas, realizó en Lima y en el Cusco un buen número de trabajos de escultura y bajorrelieve en maguey, material muy usado por los indios.

En 1599, escribió desde Chuquisaca al P. General pidiendo regresar a Italia. Aquaviva le sugirió (13 noviembre 1600) que sacrificase a Dios en aquella tierra lo poco que le quedase de vida, mejor que exponerla “al peligro que puede tener en tan largos caminos de mar y tierra”. Agotadas las fuerzas, Bitti estaba en Lima hacia 1601, aunque parece que no interrumpió entonces su trabajo, gozando siempre del aprecio de sus contemporáneos como artista y religioso. Los elogios que hacía de los misioneros italianos el memorial de los procuradores del Perú (12 noviembre 1576) se basaban, sin duda, en la conducta de Bitti, entonces el primero y único italiano de la provincia del Perú.

Superior, operario, escritor. (12 enero 1655, Pacaraos (Lima), Perú- 5 enero 1732, Lima).
Antes de entrar en la CJ, estudió en el Colegio S. Martín y en la Universidad S. Marcos de Lima. Recibió su formación sacerdotal en el Colegio S. Pablo de Lima y obtuvo el grado de doctor en teología. Hecha la tercera probación en el Cusco, volvió al Colegio S. Pablo como profesor de gramática y operario de españoles, indios y negros, y prefecto de la Escuela de Cristo. Fue instructor de tercera probación en Santiago del Cercado, a las afueras de Lima. El P. General Miguel Angel Tamburini lo nombró (1704) provincial de Quito, pero revocó el nombramiento, a petición del provincial del Perú, Alonso Carrillo, dada la oposición a que saliera de Lima. Fue entonces superior de la casa de los Desamparados (1705-1710) y, luego, provincial del Perú (1711-1714). De vuelta a la casa de los Desamparados (casa profesa desde 1711), permaneció en ella hasta su muerte. Promovió la fundación del monasterio de dominicas de Santa Rosa y fundó la Congregación del Purísimo Corazón de María en la casa de los Desamparados. Tras el terremoto de 1687, consolidó en el Colegio S. Pablo la misión popular anual del 12 al 20 octubre. Construyó la casa de ejercicios de la Chacarilla de S. Bernardo. Siendo provincial, hizo un informe sobre la misión de Mojos (en el actual Bolivia), de capital importancia para el conocimiento de la labor de la CJ en la región durante esos años. Su Devoción a las tres horas de la agonía de Cristo incluye sermones sobre las Siete Palabras, lecturas espirituales, cantos y oraciones. Traducida al italiano, francés, inglés, alemán, polaco y vasco, tuvo una extraordinaria difusión, sobre todo en el siglo XIX.
OBRAS. Panegírico del Beato Toribio de Mogrovejo. Predicado el 25 de noviembre 1680, ed. J. Buendía (Amberes, 1680). Oración fúnebre en las exequias reales de don Luis I (Lima, 1725). Devoción a las tres horas de la agonía de Cristo Nuestro Redentor (Lima, 1737).

Misionero, escritor, lingüista. Nacido el 13 junio 1585, en Lima, Perú; murió el 11 de abril de 1652, en Lima. Entró a la Compañía de Jesús el 11 noviembre de 1606, en Lima; ordenado sacerdote en febrero de 1611, en Santiago del Estero, Argentina; hizo sus últimos votos el 2 febrero de 1620, en Loreto (Paraná), Brasil.

Decidido en 1605 a enrolarse como soldado para luchar contra los araucanos en Chile, resolvió de pronto reanudar sus estudios en el colegio S. Martín de Lima, dirigido por los jesuitas. Un año después, entró en la CJ y, siendo aún novicio, fue destinado a la recién creada provincia del Paraguay. Estudió filosofía y teología (1608-1611) en Santiago de Chile y, tras su ordenación, fue enviado a la reducción guaraní de Loreto, en el Guayrá, a acompañar a sus fundadores José Cataldino y Simón Mascetta. Durante su superiorato (1622-1636) de las misiones del Guayrá, con el refuerzo de nuevos misioneros se fundaron doce reducciones más, que fueron atacadas por los bandeirantes de São Paulo (Brasil) y sus aliados los tupíes (1629-1631). En estos años de devastación, unos 60.000 guaraníes fueron muertos, capturados o dispersos. Destruidos los poblados, menos Loreto y San Ignacio, el provincial Francisco Vázquez Trujillo ordenó su traslado a las regiones meridionales del río Paraná. R fue el encargado de organizar el éxodo de los 5.000 indios de Loreto y San Ignacio, a los que se unieron fugitivos de otros pueblos, hasta llegar a un total de 12.000. Con otros siete jesuitas, los condujo en unas 700 canoas por el río Paraná y luego por tierra, en un recorrido de 200 leguas, hasta la actual provincia argentina de Misiones. Uno de los misioneros que participó en el traslado, Luis Ernot, en carta (mayo 1632) al P. General Mucio Vitelleschi, juzgó que la evacuación había sido precipitada y mal organizada. En la congregación provincial de 1637, Ruiz de Montoya (superior de todas las misiones guaraníes desde 1636) fue nombrado procurador especial de la provincia del Paraguay en Madrid, para solicitar remedio contra los ataques a las misiones.

El 21 mayo 1640, el rey Felipe IV firmó la cédula que permitía dar armas de fuego y municiones a las reducciones, aunque subordinó la decisión al parecer del virrey del Perú, Pedro de Toledo y Leiva, marqués de Mancera. Por ello, Ruiz de Montoya volvió a Lima en 1643, donde el virrey, después de arduas negociaciones, autorizó la entrega de armas por provisión del 19 febrero 1646. Regresaba a las misiones del Paraguay cuando recibió del provincial, Juan B. Ferrufino, la orden de volver a Lima para defender la CJ de los ataques del obispo fray Bernardino de Cárdenas, O.F.M. Dedicó sus casi seis últimos años de vida a esta enredada tarea. A su muerte, cuarenta guaraníes de las reducciones del Paraná fueron hasta Lima para transportar sus restos a la nueva reducción de Loreto (en la actual Argentina). Destacó como lingüista, escritor y director espiritual. Sus obras de gramática guaraní, Tesoro y Arte y vocabulario, fueron el manual de estudio de generaciones de jesuitas de la provincia del Paraguay. Su Conquista espiritual, crónica y defensa de la labor evangelizadora de la CJ entre los guaraníes, es una de las fuentes básicas para la historia de las reducciones. Durante su estancia en Lima fue director espiritual del P. Francisco del *Castillo, para el cual escribió el pequeño tratado de mística, Sílex del amor divino.

OBRAS

Conquista espiritual hecha por los religiosos de la Compañía de Jesús en las Provincias del Paraguay, Paraná, Uruguay y Tape (Madrid, 1639).

Tesoro de la lengua guaraní (Madrid, 1639). Arte y vocabulario de la lengua guaraní (Madrid, 1640).

Catecismo de la lengua guaraní (Madrid, 1640).

“Commentarii in materiam de peccatis”, ATG 53 (1990) 173-244.

Sílex del amor divino (Lima, 1991).}

FUENTES

Archivo Romano de la Compañía de Jesús: Hisp. 37 140; Peru 4/I 102v; Paraq. 23 89.

BIBLIOGRAFÍA

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Nacido en octubre de 1540 en Medina del Campo (Valladolid), España; murió el 15 febrero de 1600, en Salamanca, España. Entró a la Compañía de Jesús el 10 septiembre de 1552, en Salamanca; siendo ordenado en 1566/1567, en Alcalá de Henares (Madrid), España. Hijo de un mercader principal de origen neocristiano, estudió humanidades y las enseñó (1554-1559) en los colegios de Medina del Campo, Lisboa y Coímbra (Portugal), Segovia y Valladolid. Cursó (1559-1567) la filosofía y la teología en Alcalá de Henares. Alumno brillante, tuvo interés especial en los problemas planteados por la conquista de América, y se familiarizó con el pensamiento de los dominicos Francisco de Vitoria y Domingo de Soto. Tras su ordenación, fue uno de los primeros profesores de teología en los colegios de Ocaña (1567-1569) y de Plasencia (1569-1571).

Cuando se ofreció para las Indias en carta del 23 abril 1569, el P. General Francisco de Borja le destinó (1571) al Perú, donde estaba la CJ desde 1568. Llegado a Lima el 28 abril 1572, pronto adquirió fama de predicador. El provincial Jerónimo *Ruiz de Portillo le nombró (1573) visitador del colegio del Cusco. Acompañó al virrey Francisco de Toledo a La Paz, Chuquisaca y Potosí (en la actual Bolivia), uno de cuyos efectos fue la fundación, poco después, de colegios jesuitas en estas ciudades. Desde 1575 fue consultor del Santo Oficio y profesor de teología en el Colegio S. Pablo y en la Universidad de S. Marcos de Lima, aun siendo rector del Colegio S. Pablo (1575) y provincial del Perú (1576-1581).

Nombrado segundo provincial del Perú, a los quince días (16 enero 1576) convocó la Congregación Provincial I. En ella expuso los métodos de evangelizar a los indios, mediante las doctrinas, las misiones populares en las ciudades donde residían jesuitas, y los colegios para hijos de los caciques. Las ideas de Acosta estaban tomadas de su libro, aún en manuscrito, De Procuranda indorum salute. La Congregación vio la urgencia de componer catecismos y gramáticas en las dos principales lenguas del virreinato: quechua y aymara. La Congregación Provincial II (octubre 1576), reunida para elegir procurador a Roma y Madrid, encomendó a Alonso de Barzana la tarea de redactarlos y aprobó la fundación de la doctrina aymara de Juli. Con el apoyo decidido de Acosta, la CJ se hizo cargo de esa doctrina, que fue desde el principio campo de experimentación pastoral y una especie de escuela de misioneros, con influjo en la labor posterior de los actuales Perú, Bolivia, Chile, Ecuador, Argentina, Paraguay y Brasil.

Acabado su provincialato, asistió como teólogo al III Concilio Limense (1582-1583), cuyos decretos redactó. Negado el sacerdocio a los indios, se debatió el de los mestizos. A declaró (5 agosto 1583) con juramento que había visto en algunos de los sacerdotes mestizos “malas costumbres” y en otros, “mucha virtud”; por ello, era “cosa muy conveniente y conforme a razón” no cerrarles la puerta al sacerdocio, pues los que pueden merecerlo “con estudio e virtud” harán mucho fruto en los indios, por su conocimiento de su lengua. Por orden del Concilio, redactó el texto castellano de la Doctrina cristiana y catecismo para instrucción de los indios, traducido al quechua y al aymara. La Audiencia de Lima dispuso que los ejemplares del catecismo llevasen la firma de Acosta o del rector del Colegio S. Pablo, Juan de Atienza. Fue el primer libro editado en América española (1584), muy difundido y eficaz en la evangelización de los indios.

Ya en 1580, había manifestado al P. General Everardo Mercuriano su deseo de volver a España y, en 1581, lo repitió al nuevo General Claudio Aquaviva, por razones de salud. En su respuesta (26 noviembre 1581), Aquaviva se mostró más inclinado a que se quedase en el Perú, pero le dejó la decisión en sus manos. En realidad, Acosta había tenido roces con el visitador Juan de la Plaza y se temía los tuviera con el actual provincial Baltasar Piñas. Por fin, tras una abundante correspondencia entre Roma y Lima, informó (abril 1585) que volvería a España, según una carta de Aquaviva (noviembre 1583), que se lo permitía. A mediados de 1586, partió hacia Nueva España (México), donde estuvo un año, completando su Historia natural y moral de las Indias. En marzo 1587, escribió en su Parecer sobre la guerra de la China, que “al presente, como están las cosas, no es justo ni lícito romper guerra contra la China”, una postura totalmente opuesta a la de Alonso *Sánchez, su compañero de viaje a España, adonde llegó a fin de septiembre.

Sobre el De procuranda, el P. General había escrito (8 noviembre 1582) al provincial de Toledo, Gil *González Dávila, que le había gustado mucho, pero que quería que se quitase lo tocante a la crueldad de los españoles, “porque en lo demás será muy útil”. Con todo, poco podarían los censores, pues mucho quedó sobre la crueldad de los conquistadores, como también, por otra parte, sobre la de los indios. De procuranda, el primer libro escrito por un jesuita en América, es una reflexión sistemática sobre los problemas de la evangelización de los indios. Acosta se opone con resolución al viejo método de destrucción de ídolos y supresión de antiguos ritos; defiende, en cambio, el mantener todo lo aprovechable de la cultura indígena y promueve el de las sustituciones.

La Historia natural es una ampliación de su obra latina De natura orbis. Traducida al italiano, alemán, francés, holandés e inglés, se difundió mucho por Europa. Pionero en las ciencias geofísicas, es original al tratar la naturaleza: clima, volcanes, terremotos, minerales, plantas y animales; esbozó, incluso, una teoría de la evolución. Es el primero en describir el beneficio de la plata por el azogue, empleado en las minas de Potosí. Etnógrafo y sociólogo de gran calidad, hace un estudio de las culturas incaica y azteca, que analiza en profundidad, sin limitarse a una simple descripción como otros autores. Ofrece sus teorías sobre el origen de los indios de América y sobre su evolución cultural. Conocedor de los prejuicios de su tiempo, explica a los europeos que los indios forman parte de la humanidad y que están llamados a integrarse en la cristiandad.

El Concilio Limense fue impugnado por algunas autoridades, encomenderos y eclesiásticos del Perú. El arzobispo de Lima, Toribio de Mogrovejo, encargó a Acosta las aprobaciones real y papal; obtenida la de Felipe II, Acosta fue a Roma (verano 1588) para lograr también la de Sixto V. Tuvo éxito en sus gestiones, pero ese viaje significó para Acosta el inicio de un nuevo periodo en su vida jesuita, lleno de ambigüedades. Por entonces, algunos jesuitas de España (Memorialistas) presentaron quejas sobre el gobierno central de la CJ a Felipe II. Sixto V, en breve del 5 marzo 1588, había autorizado al Rey para nombrar al obispo de Cartagena, Jerónimo Manrique, visitador apostólico de la CJ en España. Aquaviva hizo ver al Papa que existía el peligro de sustraer a los jesuitas de España de la obediencia al General y le convenció de que era mejor nombrar visitadores de la CJ. Fiado de la aptitud diplomática de Acosta, ya demostrada, Aquaviva lo nombró su emisario ante Felipe II para que designase visitadores jesuitas, en vez del obispo Manrique. El General proponía los nombres de González Dávila, Alonso Deza, Diego de Avellaneda, y del mismo Acosta. Felipe II aceptó la propuesta de Aquaviva, quien nombró a González Dávila visitador de las provincias de Castilla y Toledo, y a A de las de Andalucía y Aragón (20 marzo 1589). Ambos informaron que los descontentos eran pocos y no representaban la opinión de la CJ en su conjunto.

Aquaviva nombró a Acosta superior de la casa profesa de Valladolid en enero de 1592. Por circunstancias que necesitarían una mayor precisión histórica, sin mandato del General, Acosta trató con Felipe II de los problemas de la CJ y de la necesidad de convocar una congregación general para resolverlos. El Rey le nombró su agente en Roma para gestionarla con el nuevo papa Clemente VIII y con Aquaviva. En su Diario de la embajada a Roma, Acosta escribe que expuso al Papa que los males no tenían su raíz en los súbditos, que procedían con “simplicidad, obediencia y devoción”, sino en los que les gobernaban, sobre todo el General, “que era absoluto y tiránico en demasía”. Añade que en una charla de dos horas con Aquaviva, le manifestó que sólo con la Congregación General se podría evitar que el Rey impusiese visitadores ajenos a la CJ.

Recibida la orden del Papa por medio del recién creado cardenal, Francisco de Toledo, Aquaviva convocó (diciembre 1592) la Congregación General V. El Papa expresó su voluntad, que era también deseo del Rey, de que Acosta participase en la congregación para la que, ni por oficio ni por elección, tenía derecho. En la primera sesión (3 noviembre 1593), los padres congregados examinaron el asunto y, removidos los impedimentos que pudieran obstar, le admitieron con voz y voto por especial dispensa, dado que lo quería el Papa y, por otra parte, convenía que Acosta expusiese personalmente los deseos del Rey en la congregación. El resultado general de ésta fue desfavorable a los descontentos, y el mismo Acosta votó en contra de ellos. En la sesión que trató del decreto que excluía de la admisión en la CJ a los *cristianos nuevos de origen judío o musulmán, Acosta y Francisco de Arias fueron los únicos que votaron en contra. Toledo escribió al embajador español, duque de Sessa, que Acosta, mostrándose fuera partidario de los cambios, dentro votó con los otros.

Acabada la congregación (18 enero 1594), Acosta escribió (13 julio) al general, justificando su actitud por el deseo de evitar la visita de la CJ por personas de fuera y prometió plena fidelidad y filial obediencia. Según Pedro de Ribadeneira, Acosta actuó con buen celo y por el bien de la CJ, pero equivocadamente, y “quedó aborrecido de sus mismos amigos y de todos”, no por haberse tenido la congregación, que Aquaviva también la quería, sino por haber sido instrumento de la intervención del Rey, “lo cual sintieron mucho las otras naciones” (Ribadeneira 2:218).

En 1595, tras su trienio como superior de Valladolid, pasó a Salamanca. Aquaviva le animó a editar sus sermones cuaresmales y le nombró rector de Salamanca (1597) y, poco después, consultor de provincia. A sugerencia de varios padres, entre ellos de Ribadeneira, Aquaviva le encargó (3 abril 1600) escribir la historia de la CJ en la asistencia de España, pero Acosta había muerto mes y medio antes. La carta annua de 1600, al lamentar su muerte, no escatima elogios: “conocidísimo por su prudencia y sabiduría, y dotado de admirable destreza en los negocios, de todo lo cual dio pruebas preclaras en España, en la India Occidental y finalmente en Roma”. Con todo, su imagen quedó empañada ante muchos jesuitas.

Acosta, escritor fecundo y polifacético, sigue fascinando como roturador en campos tan diversos como la teología, misionología, historia, etnografía, sociología y ciencias naturales. Incluso es visto como uno de los iniciadores de la novela hispanoamericana, por el vigor narrativo de su biografía de Bartolomé Lorenzo, un aventurero portugués, que se hizo jesuita.

OBRAS

“Carta Anua de 1576” (Biblioteca de autores cristianos -BAE- 260-290; Monumenta Peruana -MonPer- 2:211-286).

“Carta Anua de 1578” (BAE 290-302; MonPer 2:608-637).

Doctrina Christiana y Catecismo para instrucción de indios… con un Confesionario, ed. trilingüe (Lima 1584; ed. facs. Madrid, 1985).

Confesionario para los Curas de Indios, ed. trilingüe (Lima, 1585).

Tercer Catecismo. Exposición de la Doctrina Christiana por sermones, ed. trilingüe (Lima, 1585).

“Peregrinación de Bartolomé Lorenzo antes de entrar en la Compañía” (BAE 304-320; trad. Palermo, 1993).

De Natura Novi Orbis libri duo et de Promulgatione Evangelii apud barbaros sive de procuranda Indorum salute libri sex (Salamanca, 1589; trad. Madrid 1952. 1954 [=BAE 73]. Ed. bilingüe íntegra, Madrid 1984-1987).

Historia natural y moral de las Indias (Sevilla, 1590; Madrid [=BAE 73], 1954; México, 1962; ed. facsímil, Valencia, 1977).

De Christo revelato (Roma, 1590).

De temporibus novissimis (Roma, 1590).

Concilium Provinciale Limense (Madrid, 1590). [Diario de la embajada a Roma, 1592] (BAE 353-368).

“Memorial de apología o descargo dirigido a Clemente VIII” (BAE 368-386).

Lopetegui, L., “Tres memoriales inéditos presentados a Clemente VIII por A sobre temas americanos”, Studia missionalia 5 (1949) 73-91.

“Ciropedia o Crianza del rey Ciro” (BNLima?).

Conciones in Quadragesimam (Salamanca 1596).

Conciones de Adventu (Salamanca, 1597).

Tomus tertius Concionum (Salamanca, 1599).

“In Psalmos David, 1-100” [1598-1600] (Bib. U. Salamanca, ms 530).

Misionero, escritor, etnógrafo. Nació en 1564, en Vergara (Vizcaya), España; murió el 6 septiembre de 1622, en el mar, frente a La Habana, en Cuba. Entró a la Compañía de Jesús el 24 febrero de 1579, en Ocaña (Toledo), España; Fue ordenado hacia 1586, en Lima, Perú.

Hecha la teología en Madrid y antes de su ordenación, fue destinado al Perú. Zarpó en la expedición dirigida por el procurador Andrés López el 6 septiembre 1584 y llegó a Lima en junio 1585, donde completó sus estudios. Fue profesor de retórica y rector de los colegios de criollos de Lima (1588-1612) y Arequipa (1613-1615). Nombrado procurador de la provincia del Perú, fue a Europa en 1601. A raíz de los descubrimientos de Francisco de Avila sobre la supervivencia de las religiones andinas, se organizó (1610) una visita general de la idolatría en la arquidiócesis de Lima. Los indios bautizados estaban sujetos a las leyes canónicas de la herejía, aunque por mandato real no podían ser juzgados por el tribunal de la Inquisición, sino por los visitadores nombrados por el arzobispo. A fue uno de los jesuitas nombrados (1615) por el provincial Juan Sebastián para acompañar a los visitadores, como misioneros populares. Fue también uno de los promotores de la fundación de los colegios de caciques de Lima y el Cusco, confiados a la CJ por el virrey arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero. Como fruto de su experiencia, publicó La extirpación de la idolatría del Pirú, un excelente estudio acerca de la práctica religiosa de los indios en los primeros decenios del siglo XVII. Sobre todo en los capítulos 7, 8 y 11, analiza con profundidad las causas de la persistencia de las religiones andinas: el prestigio de los brujos, la deficiencia en la evangelización y el mantenimiento de los antiguos lugares de culto. Por la exactitud de sus observaciones, es el principal etnógrafo del Perú de esta época. Su libro, usado como manual de visitadores, tuvo gran influencia en el intento de supresión de las viejas costumbres, y fue ampliamente citado por el arzobispo Pedro de Villagómez en su obra Exhortaciones e instrucción acerca de la idolatría de los indios, editada en Lima en 1649. En 1622, el provincial Juan de Frías Herrán lo envió a Roma y Madrid para resolver asuntos urgentes, como la fundación de nuevos colegios, que no podían diferirse hasta la designación del procurador, prevista para 1624. Arriaga murió en un naufragio, cerca de las costas de La Habana. Además del libro que lo hizo famoso, escribió varias obras ascéticas y tradujo (1604) al castellano el tratado Gersone, della perfezione religiosa e dell’ obligo che ciascuno religioso ha di acquistarla (1601), del jesuita Luca Pinelli, muchas veces reeditado.

OBRAS

  • Directorio espiritual para exercicio y provecho del Colegio de S. Martín (Roma, 1602).

  • Rhetoris Christiani (Lyón, 1619).

  • Extirpación de la idolatría del Pirú (Lima, 1621).

Superior, escritor ascético-místico. Nació hacia 1561, en Toledo, España y murió el 17 enero de 1620, en Potosí, Bolivia. Entró en la Compañía de Jesús el 24 enero de 1578, en Toledo; fue ordenado en 1585, en Lima, Perú. Hizo sus últimos votos en 1595 en Lima.

Era maestro en artes cuando entró en la CJ, y estudió teología en Alcalá de Henares (Madrid), donde fue uno de los discípulos predilectos de Gabriel Vázquez. Sin haberse ofrecido voluntario, fue destinado a la provincia del Perú. Partió en la expedición del P. Andrés López, que llevó a término el P. Diego Samaniego, y llegó a Lima en junio 1585. Fue profesor de teología y Sgda. Escritura (1586-1596) en el colegio S. Pablo de Lima y rector de los colegios de Quito (1597-1600) y Cusco (1601-1603), donde moderó la congregación de clérigos. Al crearse las viceprovincias del Nuevo Reino de Granada y Quito, y de Charcas en 1603, fue viceprovincial de la última, que comprendía la Audiencia de Charcas: La Paz, Potosí, Chuquisaca, Santa Cruz de la Sierra y Tucumán. Dada la reciente expansión de la CJ en el Paraguay, se creó en 1607 una nueva provincia, independiente del Perú, con los territorios de Tucumán, Buenos Aires, Paraguay y Chile, llamada del Paraguay, mientras los demás territorios de la Audiencia de Charcas volvieron a pertenecer a la provincia del Perú. Entonces, fue prefecto de estudios del colegio San Pablo (1607-1608), y luego rector del mismo (1609-1616). Nombrado provincial del Perú a fines de 1616, murió cuatro años más tarde, cuando realizaba la segunda visita de la provincia. En 1601, manifestó al P. General Claudio Aquaviva su parecer sobre la conveniencia de imponer moderación en los ministerios entre indígenas, pues los misioneros, al volver a sus colegios y residencias, no se acomodaban fácilmente a la observancia regular. Indicaba la necesidad de formar “buenos predicadores y ministros de españoles, que sean aptos para ayudallos con la satisfacción que allá en Europa”. Habiendo de tratar con españoles y reclutar las vocaciones entre ellos, se hacía necesario tener hombres doctos para ganarles la voluntad. Subrayaba la necesidad de formar hombres de gobierno, de letras y espíritu, pues “si no hay letrados, todos serán idiotas y en los ministerios haranse mil yerros. Y los letrados no se crían con el manteo al hombro y andando todo el día de una confesión en otra, sino críanse en las celdas, sobre los libros”. Siendo provincial, como fruto de su primera visita, remitió al P. General Mucio Vitelleschi un informe (10 febrero 1617) sobre los jesuitas de la provincia, notable por su realismo, objetividad y conocimiento de las personas. Secundó al arzobispo de Lima, Bartolomé Lobo Guerrero, en su esfuerzo de extirpar la idolatría entre los indios, nombrando nueve jesuitas para ayudar en las visitas. Apremió al virrey Francisco de Borja, príncipe de Esquilache, para que amurallase la ciudad de Lima contra los piratas, y ofreció la contribución económica que correspondiese a la CJ. Durante su mandato, inauguró el colegio de caciques del Cercado de Lima y dio los primeros pasos para la fundación del colegio San Bernardo del Cusco. Inclinado a la vida contemplativa desde su juventud, apenas llegó al Perú, pensó volver a España para pasar a la Cartuja. Su crisis espiritual fue resuelta con acierto por el provincial Juan de Atienza, asesorado por Baltasar Piñas y José de Acosta, y con la orientación comprensiva de Aquaviva. Con todo, resurgió en 1594. Después de su profesión y con la labor (desde 1595) de su monumental obra ascética y mística, la crisis desapareció. Aparte de varias obras inéditas, su vasto arsenal espiritual se publicó entre 1608 y 1618 y fue reeditado varias veces. Además, se publicaron unos veinte tratados parciales, compendios o adaptaciones hechas por otros autores. Su obra es la primera síntesis completa de la doctrina ascética y mística de la antigüedad y el medioevo. Dividida en tres volúmenes, con cinco libros cada uno, contiene una rica sustancia dogmática y abundantes citas de la Sagrada Escritura, de más de sesenta Padres de la Iglesia, doctores medievales y otros autores, con referencias explícitas. En el primer volumen (1608), dedicado a los religiosos, explica la naturaleza y la perfección de la vida espiritual, que consiste en el amor a Dios y al prójimo. En el segundo (1613), que trata de la práctica de la perfección cristiana, sobresale su tratado magistral sobre la mortificación. El tercero (1618), De inquisitione pacis, su obra fundamental, es un tratado sobre la oración, que clasifica en intelectiva, afectiva, contemplación incoada y contemplación perfecta. Inspirado en el P. Antonio Cordeses, es el primer teórico de la oración afectiva, que describe en el libro cuarto. En el quinto aborda la vida mística en la contemplación perfecta, que se puede y debe desear con humildad. Es diferente de los fenómenos extraordinarios, y se desarrolla en quince grados, cuya cumbre es la visión intuitiva de Dios.

Es el primer jesuita que trata ampliamente de los problemas de la contemplación infusa, y con experiencia personal. Su análisis espiritual es fino y agudo, el tono didáctico y conversacional, con muchas amplificaciones oratorias y antítesis, si bien adolece de prolijidad, distinciones sutiles y subdivisiones forzadas. Teólogo y contemplativo, de pocas fuerzas físicas, fue superior vientitrés años. Generalmente apreciado en la provincia, fue sin embargo criticado por su reclusión para escribir sus libros mientras era rector, y por cierta severidad durante su provincialato. Hombre sinceramente religioso, hizo voto de no cometer pecado venial deliberado. Durante la celebración de la Misa, se observaron en él fenómenos extraordinarios.

OBRAS
De vita spirituali eiusque perfectione (Lyon, 1608).
De exterminatione mali et promotione boni (Lyon, 1613).
De inquisitione pacis sive studio orationis (Lyon, 1617).
Opera Iacobi Alvarez de Paz, Toletani, e Societate Jesu 6 v. (París, 1875-1876).

FUENTES para su estudio
ARSI: FG 1488/III/2 117-120; Peru 4/I 34v. AHN: Papeles de Jesuitas 12, 15, 4/109.BIBLIOGRAFIA. Alcázar, Crono-historia 2:560ss. Astráin 4:88-89, 545-546, 710. Id., “A la memoria del gran asceta Diego Álvarez de Paz, S.I., en el tercer centenario de su muerte”, Gregorianum 1 (1920) 394-422. Guibert, Espiritualidad, 170, 186-188. López Azpitarte, E., La oración contemplativa. Evolución y sentido en Álvarez de Paz, S.J. (Granada, 1966). Id., “Influencia de Santa Teresa en las obras de Álvarez de Paz”, Manresa 54 (1982) 25-43. Mañe, J., Teología espiritual apostólica de Álvarez de Paz (Barcelona, 1965). Mateos, Hist Prov Perú 1:25, 87-88, 332-334; 2:303, 309. Mendiburu, M. de, Diccionario histórico-biográfico del Perú (1931) 1:403. MonPer 3:490, 672-673, 704; 4:357-358, 427, 714-715; 5:543, 680-681, 690; 6:96, 164-165, 208-209, 575; 7:251, 507-508, 515-517, 596-622; 8:25-28. O’Callaghan, T. G., Álvarez de Paz and the Nature of Perfect Contemplation (Roma, 1950). Polgár 3/1:145. Pourrat, P., La Spiritualité chrétienne 4 v. (Paris, 1927-1931) 3:328-336. Royo Marín, A., Los grandes maestros de la vida espiritual (Madrid, 1965) 380-382. Sommervogel 1:252-258; 8:1621. Torres Saldamando, Perú 349-353. Vargas Ugarte 1:180-181, 279-280, 335-337; 2:101, 241, 245-246. Id., Los jesuitas del Perú (Lima, 1941) 132-134. Ugarte de Ercilla, E., “Tercer centenario del P. Diego Álvarez de Paz”, RazFe 58 (1920) 465-473; 59 (1921) 186-197. Uriarte-Lecina 1:155-163. Varones ilustres 1654-656; 24:6062. Yangüas, A., “Álvarez de Paz et l’oraison affective”, RAM 19 (1938) 129-133. Catholicisme 1:364. Verbo 1:1558-1559.

Misionero, naturalista, historiador. Nació en 1580, Lopera (Jaén), España; murió el 9 octubre de 1657 en Lima, Perú. Entró en la Compañía de Jesús el 14 octubre de 1601, en Lima; ordenado en 1612, en el Cusco, hizo sus últimos votos el 16 mayo de 1622 en Lima. A los dieciséis años de edad (1596), fue a la isla de Santo Domingo para alistarse en la expedición organizada por Antonio de Berrío y Domingo de Vera, en busca del famoso El Dorado. No hay datos que permitan suponer que participó de hecho en la empresa. Pasó a Panamá en 1597 y al Perú en 1599. Conoció entonces a Esteban *Páez, visitador del Perú, llegado de México ese año (31 julio), gracias al cual obtuvo una beca en el Colegio San Martín. A los dos años, entró en el noviciado jesuita San Antonio Abad. Estudió humanidades y filosofía en el Colegio San Pablo (1603-1608) y teología en el Cusco (1609-1613), donde aprendió el quechua. Cobo menciona una visita suya en 1610 a La Paz y a las ruinas de Tiwanaku (actual Bolivia). Desde que llegó a Santo Domingo, había mostrado sus dotes de observador, anotando con cuidado cuanto veía a su alrededor. Ya en Lima, hizo traer de España semillas de diversas clases, entre ellas la de la “espuela de caballero”, que pronto se aclimatizó. Siendo aún estudiante inició el ambicioso proyecto de escribir una historia completa del continente americano, para lo cual recogió información detallada en cada uno de los sitios donde estuvo. Pronto entró en conflicto con los superiores, que no veían con buenos ojos sus aficiones científicas, en perjuicio de la labor evangelizadora. No sin dificultades logró conciliar su trabajo de “obrero de indios” con sus investigaciones. Tras su primer destino de Lima (1613-1615), hizo la tercera probación en la *doctrina de Juli, donde aprendió el aymara. Escribió entonces (10 febrero 1616) al P. General Mucio Vitelleschi, pidiendo su traslado a la provincia de México. El provincial Diego Álvarez de Paz, en su informe al P. General (10 febrero 1617) sobre la provincia del Perú, decía que Cobo era “de mediana virtud y no muy mortificado”, y que había expresado la repugnancia con que llegó y seguía en la misión, aunque se había enmendado a base de penitencias. El P. General Vitelleschi escribió a Cobo (17 febrero 1618) que sobre su cambio de provincia se atuviese a lo que el provincial determinase. En la misma fecha escribía a Álvarez de Paz que viera si Cobo podría pasar a México. Destinado a Oruro (1618-1619), en tierras de la Audiencia de Charcas (hoy Bolivia), C visitó las minas de Potosí y Berenguela, y pasó a Arequipa (1619-1621), Pisco (1622-1625) y el Callao (1626-1629). Por entonces, volvió a insistir en su viaje a México. El 15 octubre 1628, Vitelleschi escribió al provincial Gonzalo de *Lyra que le agradaría que C se aquietase en lo de México, pero si instare y no hubiera en ello mayor dificultad, se trate con el provincial de esta provincia y se le envíe. Además, que deje se aplique a la labor misionera. En 1629, el provincial Nicolás Mastrilli le permitió ir a México, adonde llegó tras un lento recorrido por Nicaragua y Guatemala, y se estableció en Puebla. Le escribió (25 abril 1630) Vitelleschi que, aunque su ida a México era para acabar la historia, lo haga de modo que no falte a los ministerios, y le pide que no viaje tanto. En 1633, pidió regresar de nuevo al Perú. Vitelleschi le contestó (16 enero 1634), manifestándole su satisfacción por el adelanto de su historia y negándole el permiso solicitado. Cobo pasó entonces a la ciudad de México, donde estuvo hasta 1642, cuando se le dejó volver al Perú. En Lima, siguió trabajando en su obra, que quedó concluida el 7 julio 1657, fecha del prólogo. Con todo, sólo se publicó dos siglos y medio más tarde. Su monumental Historia del Nuevo Mundo se divide en tres partes. La primera, única que se ha conservado íntegramente, consta de catorce libros que se refieren a la naturaleza. Hace una descripción y clasificación de los minerales, plantas y animales. Analiza el uso que hacían de ellos los indios, la implantación de nuevos elementos por los españoles y su adaptación al medio. Tiene particular interés su estudio sobre la *quinina, en uso desde tiempos remotos, que fue dada a conocer por los jesuitas que se relacionaron con los indígenas en las regiones fronterizas de los actuales Perú y Ecuador. Cobo introdujo en el Perú la chirimoya, que había conocido en Guatemala. El botánico Antonio José Cavanilles en honor a Cobo denominó “Cobocea”, una planta mexicana de la familia de las bignonacias. La segunda parte, de quince libros, de los que sólo se conservan tres, trata de la historia de América del Sur, en especial del Tahuantinsuyu o Imperio Inca. Son excelentes sus síntesis sobre la religión andina y sobre la organización social incaica. La tercera parte, de catorce libros, referente a América Central y del Norte, se ha perdido en su totalidad.

OBRAS.

  • Historia del Nuevo Mundo, ed. M. González de la Rosa (Lima, 1882).
  • Historia de la fundación de Lima, ed. M. González de la Rosa (Lima, 1935).
  • Obras del P. Bernabé Cobo de la Compañía de Jesús, ed. F. Mateos (Madrid, 1956).

Misionero, lingüista. Nace en 1557 en Arcévia (Ancona), Italia; muere el 3 agosto de 1625, en Lima, Perú. Entró a la Compañía de Jesús el 29 octubre de 1574, en Roma, Italia; ordenado sacerdote el 31 de marzo de 1582, en Lima; hizo sus últimos votos en Juli, Puno, el 1° de noviembre de 1593.

Llegó a Lima (mayo 1581) en la expedición dirigida por el procurador P. Baltasar Piñas. Al año siguiente fue ordenado de sacerdote por el arzobispo de Lima, (santo) Toribio de Mogrovejo, con el que había viajado desde España. Enseñó humanidades y latín en el Colegio San Pablo (1582-1584) de Lima. El provincial Juan de Atienza lo destinó (1585) a la doctrina aymara de Juli, a orillas del lago Titicaca, entre los actuales Perú y Bolivia, “porque deseaba mucho ocuparse con los indios”, según expresa en su carta anua al P. General Claudio Aquaviva. De 1599 a 1603, Bertonio estuvo en Potosí (Bolivia) como ministro de la casa y misionero de indios. De vuelta en Juli (1604-1619), al enfermar de gota, pasó a Arequipa y pocos años después regresó al Colegio San Pablo, donde falleció.

Destacó por su dedicación al idioma aymara, que usaba como misionero itinerante y profesor de los jóvenes jesuitas que recibían en Juli su formación pastoral. Con la ayuda de Martín de Santa Cruz Anansaya, nativo de Juli, escribió numerosas obras en idioma aymara. En 1603 se publicaron en Roma dos gramáticas, una elemental y otra de nivel avanzado. Debido a la deficiencia de ambas impresiones, fueron reeditadas en Juli en 1612, ampliadas y mejoradas, juntamente con la vida de Cristo (traducción parcial del libro de Alonso de Villegas) y un confesonario-sermonario. En la introducción a la gramática hay una “Noticia sobre las naciones que hablan el idioma aymara”. Todos esos libros llevan en el pie de imprenta la indicación de que fueron impresos por Francisco del Canto “en la casa de la Compañía de Jesús de Juli en la provincia de Chucuito”.

Sin embargo, el jesuita Rubén Vargas Ugarte sostiene que nunca hubo imprenta en Juli, y que efectivamente las obras de Bertonio fueron impresas por del Canto, pero en su imprenta de Lima. Con todo, Pedro de la Cuenta, vicario general de la diócesis de La Paz (Bolivia), de la que dependía la doctrina de Juli, dice expresamente el 4 mayo 1612: “doy licencia para que en pueblo de Juli se pueda imprimir un libro”. Por otra parte, en la carta anua de 1613, el provincial Juan *Sebastián, al informar al P. Aquaviva de la publicación de los libros de Bertonio, dice que los impresores llegados a Juli para realizar el trabajo quedaron tan edificados por la labor apostólica de los padres, que muchos de ellos pidieron ser admitidos en la Compañía de Jesús. Como no consta de otras publicaciones hechas en Juli, es posible que se hubiera utilizado material alquilado o prestado por del Canto solamente para esa ocasión.

Por la calidad de su obra y su condición de pionero, Bertonio está considerado como autor clásico del aymara, uno de los principales idiomas autóctonos actuales de Iberoamérica.

OBRAS

  • Arte breve de la lengua aymara para introducción del Arte grande de la misma lengua (Roma, 1603).

  • Arte y gramática muy copiosa de la lengua aymara (Roma, 1603).

  • Arte de la lengua aymara con una sylva de phrases de la misma lengua y su declaración en romance (Chucuito, 1612).

  • Vocabulario de la lengua aymara (Chucuito, 1612; La Paz, 31959).

  • Libro de la vida y milagros de Nuestro Señor Iesu Christo en dos lenguas, Aymara y Romance (Juli, 1612).

  • Confessario muy copioso en dos lenguas, Aymara y Española (Chucuito, 1612)

Siervo de Dios. Profesor, operario, escritor. Limeño, nacido en mayo 1597; murió en olor de sanidad el 6 noviembre de 1666, en Lima. Entró a la Compañía de Jesús el 15 abril de 1618, en Lima; ordenado hacia 1626, en Trujillo (La Libertad), Perú; hizo sus últimos votos el 27 de septiembre de 1636, en Ayacucho, Perú.

Octavo y último hijo de un zaragozano y una limeña, destacó en latín, retórica y poesía desde muy joven. Estudiaba derecho en la Universidad San Marcos cuando fue admitido en la CJ por el provincial Diego Alvarez de Paz. Hecha la filosofía, fue prefecto de disciplina en el Colegio San Martín. Cursó la teología en el Colegio San Pablo, siendo alumno de su tío, Juan Pérez Menacho, y por estar vacante la sede de Lima, fue ordenado en Trujillo tras su tercera probación. Profesor de latín y retórica, se dedicó también a la pastoral entre los indios, cuya lengua, el quechua, llegó a dominar. Trabajó en Huamanga (hoy Ayacucho) hacia 1627-1631, y en Huancavelica, Huánuco e Ica (1632-1634), y de nuevo en Huamanga (1635-1639). Sus últimos veintiséis años de vida (1640-1666) los pasó en Lima, destinado alternativamente al Colegio San Pablo y al noviciado San Antonio Abad, de los cuales fue vicerrector y ministro. Enseñó humanidades a los jóvenes jesuitas, y fue moderador de la Congregación Mariana de San Pablo (La Purísima) y maestro de novicios desde 1661. Durante catorce años predicó los sábados en el patio del palacio virreinal a los oficiales y cuerpo de guardia, con la asistencia de numerosas personas de todas las clases sociales. A pesar de su delicada salud, nunca abandonó el ministerio de los Ejercicios y la visita de cárceles y hospitales. Escribió varias obras de moral y espiritualidad en latín y castellano, una de las cuales, Flores summarum seu alphabetum morale, tuvo nueve ediciones. Gozó de fama de santidad por su extraordinaria vida apostólica y contemplativa. En su proceso de beatificación, enviado a Roma (1690), se incluyeron las declaraciones de Francisco del Castillo, fallecido en 1673 también con fama de santidad.

OBRAS

  • Afición y amor de S. Joseph, sus grandes excelencias y virtudes (Alcalá, 1652).

  • Cielo estrelado de mil y veinte y dos exemplos de Maria (Madrid, 1654).

  • Flores summarum seu alphabetum morale, omnium ferè casuum, qui confessariis contingere possunt (Lieja, 1665). Convivium divini amoris (Lyón, 1665).

  • Breve oficio del nombre de María (Lima, 1666).

Superior provincial, teólogo, escritor.

Nació en 1597, en Riobamba (Chimborazo), Ecuador; falleció el 2 noviembre de 1657, en Sucre (Chuquisaca), Bolivia.

Entró en la Compañía el 8 mayo de 1614, Quito (Pichincha), Ecuador; ordenado sacerdote 1625, Lima, Perú; Hizo sus últimos votos el 25 noviembre 1633, en Cusco, Perú.

Siguiendo a su hermano mayor Alonso, entró en la CJ. Después del noviciado, fue al colegio S. Pablo de Lima, donde recibió su formación sacerdotal. En la Universidad S. Marcos de Lima, obtuvo el doctorado en teología. Fue profesor de filosofía y teología en el colegio del Cusco (1630-1637), en el de S. Pablo y en la Universidad S. Marcos. Hacia 1650, fue maestro de novicios y rector del noviciado de S. Antonio Abad. Nombrado (1 mayo 1656) provincial del Perú, murió al año siguiente mientras realizaba la visita en Chuquisaca (actual Sucre). Escribió tres tratados de teología, publicados unos años después de su muerte.

OBRAS
De Deo Uno (Lyón, 1663). De Deo Uno et Trino (Lyón, 1666). De incamatione Verbi Divini (Lyón, 1668).

“Misionero, historiador.Nacido en 1574, en Nápoles, Italia; murió el 5 febrero de 1642, en Lima, Perú. Entró en la Compañía de Jesús el 1 de noviembre de 1593, en Nápoles; se ordenó hacia 1602, en Lima; hizo sus últimos votos el 18 de mayo de 1614, en Juli (Puno), Perú.

Destinado al Perú por el P. General Claudio Aquaviva tras la filosofía, llegó a Lima en la expedición del P. Felipe Claver el 10 septiembre 1597. Cursó la teología en el Colegio S. Pablo de Lima e hizo la tercera probación en la doctrina de Juli. En los catálogos de 1606 y 1613 figura como “obrero de indios y españoles” en Santa Cruz de la Sierra (en la actual Bolivia) y, en el de 1619, con el mismo cargo en Arequipa, con la indicación de que antes fue ministro y vicerrector. De nuevo en tierras bolivianas, fue rector (1625) del colegio de Oruro y, desde 1628, dio misiones en Mizque, Cochabamba y Potosí desde Chuquisaca (hoy Sucre). Vuelto al Perú, fue rector (1630-1636) del colegio del Callao antes de pasar al de San Martín de Lima, donde falleció.

Desde su llegada al Perú, se dedicó a escribir la historia de la provincia, entrevistando a los ancianos y documentándose en las cartas anuas y la Historia anónima de 1600. Cuando estaba en Oruro (1625), el visitador Gonzalo de Lyra le mandó disponerla para su publicación. La Congregación Provincial de 1630 aprobó la edición de libros sobre los jesuitas insignes en el Perú, y dos se publicaron (1632) en Sevilla, “Historia de los varones insignes”, del P. Alonso Messía Venegas, y “Elogios de los claros varones”, del P. Juan Mª Freylín, pero la de Oliva, “Vidas de varones ilustres de la CJ de la Provincia del Perú”, quedó inédita.

Aprobada por los censores, obtuvo el permiso del provincial Nicolás Mastrilli Durán el 10 marzo 1631, y se la dedicó (20 mayo) al P. General Mucio Vitelleschi. Tenía la aprobación eclesiástica y la del Consejo de Indias, así como la del P. Juan Eusebio Nieremberg en España. Vitelleschi escribió a Mastrilli el 6 mayo 1634: “Del P. Anello Oliva, de su religión, prendas y buenos trabajos tengo el aprecio que es justo”. Con todo, no dio licencia de impresión “hasta que se vea en Roma”.

En 1633 se publicó en Sevilla un “Catálogo de algunos varones insignes de la Provincia del Perú de la Compañía de Jesús”, hecho por orden de la Congregación provincial de 1630. Los bibliógrafos no se ponen de acuerdo sobre la autoría del libro, que contiene breves biografías, adaptadas para su lectura en el refectorio, atribuyéndolo alternativamente a Oliva, Messía y Freylín. Dado que en un manuscrito de los Elogios de Freylín, que contiene también el catálogo, se dice que éste es un extracto de “la historia de los 4 libros” (sólo aplicable a la obra de Oliva), puede suponerse que el catálogo, así como probablemente la historia de Messía, dependen en cierto modo de Oliva.

La obra de Oliva está dividida en cuatro libros. En el primero trata de la geografía del Perú, de la historia prehispánica y de la CJ. En lo relativo al pasado prehispánico con datos que no se hallan en otros historiadores, Oliva dice que se sirvió de los documentos de un “kipukamayoj” (historiador indígena), llamado Katari, que le proporcionó el deán de Chuquisaca, Bartolomé Cervantes. Cita también un vocabulario quechua (hoy perdido) del P. Blas Valera. En los otros tres ofrece biografías de jesuitas desde 1568 hasta 1628; en el segundo las de los provinciales, en el tercero las de treinta sacerdotes, y en el cuarto las de quince hermanos coadjutores y novicios. Un manuscrito completo se conserva en el Museo Británico de Londres (Mss n. 25/327). Otro, del archivo de S. Pablo, se quemó en el incendio de la Biblioteca Nacional de Lima en 1943. Hay un compendio de la historia de la CJ en la Biblioteca Cassanatense de Roma. En 1895, se publicó el libro primero y parte del segundo.

OBRA

Historia del Reino y Provincias del Perú, ed. J. F. Pazos Varela y L. Varela Orbegoso (Lima, 1895).

Fue bautizado en la parroquia del Sagrario de la Catedral de Lima y estudió en el colegio-seminario jesuita Colegio Real de San Martín de Lima.

A los 16 años, ingresó al noviciado, pronunciando sus votos religiosos el 2 de enero de 1635. En 1642 fue ordenado presbítero. El 6 de febrero de 1650, hizo sus votos finales en la Compañía de Jesús.

El 10 de marzo de 1648 empezó su actividad en la Plaza del Baratillo, situada en el distrito de Rímac, y portando una cruz que hasta el día de hoy se encuentra en la Iglesia San Pedro, se dedicó a la catequesis de los numerosos asistentes que se congregaban en dicha plaza, sobre todo los esclavos afrodescendientes que trabajaban ese día. El estudioso Jean-Pierre Tardieu anota que él habría sido el autor de un manual de devociones en la lengua de los esclavos.

Las cartas anuas de los jesuitas indican el incremento de población asistente no sólo a sus prédicas, sino en la procesión que encabezaba desde la Plaza hasta una pequeña capilla adyacente a la casa del Virrey. Dicha capilla fue solicitada por los jesuitas para poder hacer allí un espacio de formación de los numerosos niños que habían quedado desamparados (de allí que se pusiera bajo la advocación de la Virgen de los Desamparados) Es así que el 12 de noviembre de 1658, la Compañía de Jesús tomó posesión de la denominada Capilla de Nuestra Señora de los Desamparados. Asociada a ella Francisco Del Castillo fundó la Escuela de Cristo, bajo la veneración de la imagen del Cristo de la Agonía. El Crucifijo de la Agonía. Es en este contexto que el Venerable originó la tradición del Sermón de las Tres horas, al lado de la imagen, los viernes santos. Desde el Perú esta tradición sería llevada a Europa.

Le unió una vinculación espiritual con el misionero Antonio Ruiz de Montoya, quien habría sido un maestro en oración para el joven Francisco, quien sería el responsable del método para orar eficazmente que redactó el viejo misionero, al habérselo pedido aquel razón originaria del Silex del divino amor y rapto del ánimo en el conocimiento de la primera causa.

Se le atribuyen milagros y su proceso de beatificación sigue en curso.

Venerable-Francisco-del-Castillo

De la llegada a la restauración

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Catálogo Jesuita del Fondo Antiguo s. XVII al XIX, disponible en la Biblioteca Nacional del Perú

Como parte de nuestro patrimonio documental el Colegio La Inmaculada custodió un importante grupo documental de gran valor histórico, compuesto de 77 volumenes entre manuscritos e impresos s. XVII a XIX. Por medio de una donación realizada por el Archivo Histórico Jesuita, esta colección ha pasado a formar parte del Fondo Antiguo de la Biblioteca Nacional del Perú.

Metafísica y Teología son los temas que prioritariamente constituye este fondo, así como Sermones y Discursos (como los Comentarios a la Primera Parte de la Suma Teológica de Santo Tomás, el Misterio de la encarnación), así como textos propios de la tradición jesuita como las Cartas de los prepósitos generales a los Padres y hermanos jesuitas.

Compartimos los enlaces en los que se encuentra esta importante colección de manuscritos e impresos de la antigua Biblioteca del Colegio San Pablo donde se puede apreciar los sellos de su propiedad original, del Collegium Limense SJ (San Pablo de Lima) de la antigua Biblioteca de la Compañía de Jesús y los que fueron colocados luego, cuando el Estado tomó en propiedad lo que la Compañía perdió por la expulsión de los territorios de la antigua jurisdicción del Reino de España: tanto de la “Biblioteca y Archivo Nacional del Perú” y de la “Biblioteca Pública de Lima”. Estos textos pues, siendo de la propiedad de la vieja Compañía, constituyen parte del patrimonio histórico del Perú y en ese sentido, la actual Provincia jesuita los ha donado a la Biblioteca Nacional con el fin de que puedan llegar a un público más amplio de investigadores, habiéndose realizado previamente un minucioso y profesional trabajo de digitalización.

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Carnet de investigador

Para tramitar el carnet de investigador es necesario enviar un correo a archivoypatrimonio@jesuitas.pe adjuntando los siguientes documentos:

  • Copia del documento de identidad: DNI o Carnet de extranjería
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  • Recibo de pago de acuerdo a la vigencia del carnet que se requiera
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    S/.30.00 nuevos soles ~ Vigencia: 6 meses (incluye carnet)
  • Duración del trámite es de 24 horas